domingo, 5 de agosto de 2007

Bergman


Pues esto pretende dedicarse básicamente a compartir mi sentir y pensar por el cine, así que no puedo dejarlo sin emitir un suspiro por la muerte de Bergman, este 30 de julio.

Más allá de la pérdida del hombre, más allá del homenaje, más allá de la pretensión conocedora; desde lo más egoísta de mí lamento y me duelo con la idea de que no habrá una nueva película de él.

Aun cuando estaba retirado, ahora otra cinta es imposible. No obstante, se agradecen las maravillas que nos dejó. Prometo escribir pronto reseñas y recomendaciones sobre algunas de ellas.

viernes, 3 de agosto de 2007

La vida de los otros


LA VIDA DE LOS OTROS, Florian Henckel von Donnersmarck (Alemania, 2006).

En la República Democrática Alemana de los años ochenta un respetado profesor y capitán de la policía secreta recibe el encargo de vigilar a un dramaturgo y a su novia, una popular actriz; sospechosos de no ser leales al régimen socialista que los gobierna, a pesar de su ejemplar desarrollo en el sistema. Los ojos del capitán están vacíos, como su vida, dedicada por entero al trabajo. Sin embargo, un día su mirada se llena de miedo y su existencia tiembla.

La vida de los otros es el largometraje con el cual debuta Florian Henckel von Donnersmarck, un alemán de 31 años que siempre vio su país desde fuera, y en su primer acercamiento nos trae una historia de amor por la belleza, la vida, la libertad y por el amor mismo.

“Creo que se debe poner como guardianes de una cosa a los que tienen menos deseos de usurparla [...] de modo que, si ponemos al pueblo como guardián de la libertad, nos veremos razonablemente libres de cuidados, pues no pudiéndola tomar, no permitirá que otro la tome”.
- Nicolás Maquiavelo.


El sistema vigila a los que abiertamente se muestran en su contra, pero también recela a aquéllos que parecen satisfechos. Para ello, en un país de dieciséis millones de habitantes trabajaron noventa mil agentes de la policía secreta, apoyados por más de doscientos mil informantes de la población civil, obligados a colaborar por diversas razones y métodos, aunque el factor común en casi todos fue el miedo.
Convencido de que la intervención es una batalla en la que por encima de la libertad personal debe prevalecer la seguridad del Estado, el capitán Gerd Wiesler (Ulrich Mühe) dedica su existencia a observar la de los otros, los enemigos del socialismo y los sospechosos de serlo; por lo que se esfuerza en la nueva tarea encomendada, sin imaginar la trascendencia de ésta en su propia vida.
Por su parte, Georg Dreyman (Sebastian Koch) es reconocido como el único dramaturgo no subversivo que se lee en occidente, y sus convicciones resultan auténticas en los primeros días de vigilancia, cuando incluso está de acuerdo con las penas que aplica el Estado a los supuestos enemigos. Sin embargo, el suicidio de su amigo Albert Jerska (Volkmar Kleinert), poeta y dramaturgo exiliado de los escenarios por el contenido político de sus obras, lo lleva a replantearse si puede destrozarse la dignidad y libertad de una persona en nombre de la seguridad del Estado; pregunta que se acompaña de dos sugestivos símbolos: la Sonata para un buen hombre, legado de Jerska para Dreyman, cuya belleza conmueve también al Capitán Wiesler, agazapado en su puesto de escucha; y un libro de Brecht, icono de los intelectuales socialistas, pero probablemente asesinado por la misma Stasi.

¿SIGUES APOYANDO AL BANDO CORRECTO?
Uno de los aciertos de la película es que puede satisfacer a defensores y detractores del socialismo, pues si bien nos hace sentir el miedo de la población por la constante vigilancia y las consecuencias de ser encontrado culpable; también muestra que más allá de las intenciones de cualquier sistema están las de sus ejecutores, no siempre puras y conformes con los ideales que deberían perseguir.
La vida de los otros no cuestiona ni apoya al socialismo o al capitalismo, y aunque sus personajes se ven turbados con preguntas sobre la libertad, lo que realmente los hace dudar es la manera en que se aprovechan ciertos mecanismos de “seguridad” para solucionar los problemas personales de altos funcionarios; situación que, como todos sabemos, podría ocurrir en cualquier país, independientemente de sus políticas económicas y sociales.
Así, el interés del Ministro de Cultura Bruno Hempf (Thomas Thieme) por hallar rebelde a Dreyman, esconde la relación amorosa que aquél pretende con Christa-Marie Sieland (Martina Gedeck), novia del dramaturgo. De modo que cuando los superiores cuestionan a Wiesler “¿Sigues apoyando al bando correcto?”, él debe preguntarse además “¿Cuál es el bando correcto?”
Al respecto, el director define su obra como “una película acerca de la capacidad de los seres humanos para hacer lo correcto, sin que importe lo lejos que se hayan adentrado por el sendero equivocado”, y aunque resulte pretencioso juzgar los actos como apropiados o erróneos, lo ultimo que la cinta resulta es una lección moral, por lo menos en el sentido de dividir a “los buenos” de “los malos”.

UN VISTAZO A LA RDA
A pesar del bajo presupuesto con que se realizó la película, los detalles de producción son tan cuidados como el guión y las actuaciones. Para ello, Florian Henckel pasó casi cinco años investigando las condiciones de vida de Alemania del Este, por supuesto en lo relacionado con la vigilancia secreta, pero también en detalles como el colorido de las calles, que reflejaban el temor de sus habitantes, pues la realidad que intenta retratarse incluye tanto el aspecto físico del país de entonces, como las sensaciones que éste generaba.
No obstante, el decorado consigue ser lo que el director llama “un telón de fondo”, que no distrae al espectador de la conexión emocional con los actores, cuya interpretación es admirable en conjunto, pero que merece especial mención en el caso de Ulrich Mühe, capaz de hacernos sentir miedo, coraje o ternura con sólo una mirada, y que por este papel ha obtenido diversos premios europeos como mejor actor. Sin perder de vista las victorias que han obtenido el guión, la película y el director en galardones de todo el mundo, que van desde los reconocimientos otorgados por la crítica alemana hasta los Globos de Oro.
Según explica su creador, la cinta intenta superar la imagen que habían presentado las películas de los últimos años sobre Alemania Oriental, ese lugar curioso con personajes raros que nadie se toma en serio; y lo consigue a través de los sentimientos de tres personas, que aun cuando viven sumergidas en la política encuentran que su existencia es mucho más que eso.

300. Una epica de Frank Miller


Por: Aremy Rergis y María Fernández

480 años antes de Cristo, cuando el rey del Imperio Persa invadió Grecia, 300 espartanos combatieron al mayor ejército de la época. Protegían mucho más que sus tierras y familias: defendían sus leyes, su libertad, su democracia, la semilla de la cultura occidental.

Basándose en fuentes históricas y en la película de Rudolph Maté El León de Esparta o Los trescientos espartanos (The 300 spartans, 1962), que en su niñez lo acercó por primera vez a esta batalla, Frank Miller (Sin City, 2005) y su esposa Lynn Varley crearon en 1999 una novela gráfica sobre esta historia, y que ahora el director Zack Snyder (Dawn of the Dead, 2004), apoyando a sus actores contra una bluescreen, recrea de forma espectacular.

ESTRATEGIA EN EL DESFILADERO
Siendo apenas un niño, Leónidas llega al gobierno de Esparta –una de las ciudades-estado más importantes de Grecia– en el año 489 a.C., y empieza a prepararse para la guerra. Pocos años más tarde, cuando ya es un hombre (interpretado por Gerard Butler), se entera que el rey persa Jerjes I (Santoro) pretende invadir su territorio, asistido por un ejército de más de 150 mil soldados. Leónidas, que no posee una milicia de esta proporción, sabe que su mejor arma es la estrategia: para contrarrestar la desventaja numérica, conduce a su guardia personal –300 soldados, de ahí el nombre de la cinta– a cerrar el paso al enemigo en el desfiladero de las Termópilas. Gracias a este plan defensivo, los griegos ganarían tiempo para evacuar las ciudades y para evitar la caída definitiva de Grecia. Armados de valor, Leónidas y sus hombres lucharían cuerpo a cuerpo contra el destino: un oráculo ya había pronosticado su derrota. “La muerte es segura, pero el honor es eterno”.

DEL CÓMIC A LA PANTALLA
Después de llevarnos por las oscuras, pantanosas calles de la ‘Ciudad del Pecado’ –siempre a blanco y negro, apenas con algunos toques de color–, Frank Miller vuelve a trabajar con Lynn Varley, cuyo trabajo con las tintas se ve reflejado de manera impecable en la película. Las capas rojas de los espartanos, flotando en el aire, evocan el coraje de los soldados. El cuadro se completa con los paisajes en sepia: privilegiando las tomas abiertas y las secuencias largas, sin close ups ni cortes rápidos, el peso de la película recae grandemente sobre las coreografías militares, muy bien trazadas.

El soundtrack, creado por Tyler Bates (quien ya había trabajado con el director en la cinta Dawn of the Dead del 2004), acompaña las imágenes con coros y música de orquesta que, aunque en ocasiones nos recuerden al mismísimo Lord of the Rings (2001-2003), otorga una fuerza especial a las escenas. El resultado de la conjunción entre imagen y sonido es otro acierto más en la cinta de Znyder.

HACIENDO HISTORIA
La película obviamente no es un documental, ni tiene la pretensión de narrar los hechos tal como sucedieron (algo por demás imposible, dirían los posmodernos). Como otras películas épicas de reciente factura –como Alexander (2004), Troy (2004) o Gladiator (2000)–, el 300 de Frank Miller mantiene una narración bastante apegada a los hechos, sin que intente por ello ser completamente fiel a un relato histórico. La secuencia en que se desarrollan los sucesos, así como algunos detalles de la indumentaria de los personajes –principalmente el tipo de armas que usan los soldados– han sido cuestiones muy discutidas y en ocasiones criticadas desde la aparición de la novela gráfica. Después de todo, lo que estamos viendo es el producto de la fantasía de Miller, combinada con la imaginería práctica de Znyder; es un largometraje filmado en Montréal (Canadá), muy lejos de la tierra de los olivos y de las costas del Mediterráneo. Por lo tanto, podemos estar seguros, esto de ninguna manera es la ilustración o la traducción cinematográfica de, digamos, los textos de Herodoto –el historiador griego que registró los acontecimientos que tuvieron lugar durante las Guerras Médicas, y hablando en particular, en la Batalla de las Termópilas. Lo sentimos, pero esta película no es un sustituto de las clases de Historia.

Un punto que merece la pena mencionar es el resurgimiento que han tenido las narraciones épicas en Hollywood. Lo mencionábamos antes: los grandes estudios se están embarcando, nuevamente, en obras que retratan los trabajos y los días de los griegos y romanos antiguos. La furia (o caprichito infantil) del Aquiles de Brad Pitt, el imperio de Alejandro de Macedonia, alias Colin Farrell, han tomado la pantalla por asalto, tal como hace más o menos cincuenta años lo hiciera Charlton Heston con su interpretación de Ben-Hur (en la cinta homónima de 1959) o como Juan el Bautista en The Greatest Story Ever Told (1965). Otra vez cientos de extras poblando tomas muy abiertas (aunque ahora son menos: usan unos cuantos hombres de verdad y los reproducen por computadora), con vestuarios salidos de las páginas de una enciclopedia. ¿Volvemos a los años dorados de la industria fílmica? En cualquier caso, la cinta de Miller y Znyder tiene algo que la hace resaltar entre las otras, y es su novedoso lenguaje visual. No es que los gráficos por computadora sean apenas un descubrimiento, pero el manejo que los creadores de esta cinta le han dado sí resulta sorprendente.

Por último, es importante resaltar que los persas de entonces tenían ya una cultura muy desarrollada que distaba mucho del pueblo bárbaro lleno de monstruos y sumido en los excesos que aparece en la pantalla; pero recordemos que las producciones norteamericanas siempre han apoyado la ideología de su país, y así como en 1962 esta misma historia pudo contener alusiones contra el socialismo no es descabellado pensar ahora en los conflictos que en la actualidad sostiene Estados Unidos con Irán, la antigua Persia. Así que insisitimos, no es historia, sino entretenimiento. CMK


FT
300
ESTADOS UNIDOS, 2006
DIRECTOR: ZACK SNYDER (DAWN OF THE DEAD, 2004)
ACTORES: GERARD BUTLER, LENA HEADEY, DAVID WENHAM, DOMINIC WEST, RODRIGO SANTORO

“Sólo di lo mejor de mí para hacer justicia a un gran momento en la historia. Fue muy importante dinamizar la apariencia de los personajes para quitar la sensación de que se trata de una vieja historia. No es una historia vieja; es una historia eterna.” (Frank Miller)

El cine... una explicacion...

Pues esta es la primera parte del título, pero me gusta aquello de que los últimos sean los primeros y viceversa. Ya saben, ejercicios de humildad.

En la entrada anterior prometí que intentaría evitar los comentarios profunditos ¡y lo intento! siempre cumplo mis promesas... pero de ahí a allá...

En fin, amo el lenguaje. Principalmente el oral y el escrito, muy desarrollados en mí, pero la comunicación con los otros va mucho más allá de las palabras (felizmente) y sin lugar a dudas el cine es una de mis comunicaciones visuales favoritas, sin excluir sus respectivos audios, claro.

Tons: escribo sobre lo que veo en el cine, así que si les interesa saber qué opino de algunas pelis, léanme. Yo intentaré ir escribiendo más y ejercitarme en el asunto.

La locura, traduciendo...


Dice Cortázar que para entender a un loco hace falta ser psiquiatra, mientras que para entender a un piantado (o a un cronopio) basta con un poco de buen humor (antes de leerlo yo distinguía mi locura "buena onda" de la"psiquiátrica", que traducido es más o menos lo mismo, pero vamos, es innegable que Julio lo hace con más poesía).

En fin, que obedeciendo esta tendencia soberbia de asumirse distinto, único, anormal o como quieran ponerlo, decidí llamar a esto Cine y Locura, que además, para los que pasamos largos semestres en carreras donde el latín queda tan chic, locura es una palabra cuya referencia al "acto hablatorio" me describe mucho.

¿Qué más? ¡Ya! Aunque para Dante los mediocres, los indecisos, permanecen en el infierno, debo prometer que intentaré alejarme de comentarios "profunditos" o "ligeritos", que tan desagradables pueden resultar... Aunque al final todo puede calificarse como pose ¿qué más da?: SNOB, del latín: sin nobleza. Ja!

Preguntando tal vez no llegues a Roma... pero a algún lugar llegarás...

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