miércoles, 8 de abril de 2009

El miedo

Se supone que el miedo se encuentra entre los mecanismos de defensa que hemos desarrollado algunos seres vivos; que al menos para nuestra especie tiene como función básica facilitar que nos alejemos de aquello que pueda dañarnos. Sin embargo, todos los discursos que pretenden enseñarnos a ser exitosos aconsejan que olvidemos nuestros miedos, pues el miedo detiene, paraliza y evita el crecimiento.

Habría que recordar que también puede evitarnos ciertos daños, pero aparece aquí la célebre frase sobre el que no gana por no arriesgar.

Claro que el miedo es un asunto bastante más irracional que el fruto de estudios científicos, pero al menos a mí nunca me ha interesado negar mi lado animal. Es más, puedo presumir que he disfrutado -y constantemente disfruto- muchas de sus ventajas.

Tal vez habría que analizar el origen de nuestros miedos, comprobar que la experiencia que nos enseñó a temer determinada cosa es absolutamente aplicable al objeto ahora recelado, pero también son tentadoras las segundas oportunidades y después de todo la vida está llena de pros y contras.

Pienso otra vez en Sabina cantando que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Pienso en mis temores y en El Tigre diciendo lo triste que es morir ileso.

Tengo mucho miedo.


miedo.*
(Del lat. metus).
1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.



* Diccionario de la lengua española - Vigésima segunda edición, www.rae.es

lunes, 6 de abril de 2009

Un día lo quise de verdad...

Hace más de un año terminó conmigo y desde entonces no sé nada de él. Me dijo que yo había elegido una vida libertaria que él no podía pedirme que dejara pero que tampoco quería vivir conmigo.

Entonces me pareció una gran oportunidad para cerrar por fin el ciclo de una relación que habría tenido que terminar mucho tiempo antes y lo acepté sin problemas, aunque debo reconocer que unos días después me enojé y me ardí muchísimo porque la decisión no fue mía.

En estos días pienso mucho en él y muy probablemente se debe a que en unos días cumpliríamos siete años juntos. Tal vez es sólo porque cuando va pasando el enojo uno se acuerda más de las cosas lindas y se va haciendo inevitable la nostalgia.

La verdad es que resulta triste pensar que estoy mejor sin él y siempre pega en el ego saber que seguro él también está mejor sin mí.

Ahora que le doy tantas vueltas a los ciclos de las relaciones y al inevitable final que sigue a todos los principios, sigo creyendo que ha sido un gran paso alejarnos de la inercia y el confort. No obstante, sigue siendo triste saber que un día lo quise de verdad y dejamos que se desgastara tanto que hace más de un año no sabemos uno del otro y ni siquiera se debe a un dolor que lo justifique...

Preguntando tal vez no llegues a Roma... pero a algún lugar llegarás...

Google