miércoles, 24 de junio de 2009

I'm her daddy


Acabo de ver una serie de comerciales chistosos que Ameriquest, una compañía de créditos hipotecarios, lanzó hace mucho en Estados Unidos como parte de una campaña que pretendía hacer ver que no todo es lo que parece, y que para otorgar sus créditos se detendrían a analizar los casos de sus clientes en lugar de juzgarlos por el primer vistazo.
Por supuesto que como chiste me pareció una campaña excelente, pero la pretensión de este post es divagar un poco sobre los juicios y los prejuicios.
Una amiga se quejó alguna vez de que mis prejuicios sobre las comedias rosas no me han permitido disfrutar películas maravillosas y yo entonces respondí (y aún sostengo) que hay ciertos precios que vale la pena pagar. Por ejemplo, no creo que sea ABSOLUTAMENTE imposible encontrar una buena frase en la obra de Paulo Coelho (de Carlos Cuauhtémoc dudo más), pero sé perfectamente que puedo vivir sin haberla leído si eso cuesta ahorrarme semejantes libros.
Me parece que la mala fama de los prejuicios es más culpa de la intolerancia que de los prejuicios en sí. Yo seguramente me he perdido cosas que me hubieran gustado, pero no tengo problema con que alguien más las disfrute. Incluso creo que si por alguna circunstancia tuviera que verlas y resultaran interesantes, lo aceptaría sin mayor drama. Los prejuicios sólo son ideas que (equivocadas o no) tenemos sobre las cosas antes de conocerlas, pero eso es algo que hacemos todo el tiempo porque así funciona la inteligencia humana (o el cerebro... en ciertos casos dudaría que se trate de inteligencia) y se pueden confirmar o refutar con la experiencia, que tampoco es la gran generadora de verdades que a veces nos gusta creer.
Además, la tolerancia también debería implicar respeto al derecho que todos tenemos a que las cosas nos gusten o no sin necesidad de andar explicando ese gusto o aversión. Siempre y cuando las preferencias no violenten los derechos de otros yo no veo por qué tendrían que justificar lo desagradable que me resulta el sabor de la mayonesa.
Cosa distinta es la interpretación, en la que aparentemente no podemos dejar de proyectarnos. Claro que la campaña se apoya en imágenes que socialmente estamos educados para prejuzgar en un sentido, cuya interpretación en el sentido correcto sin saber la historia completa serían un claro síntoma cuando menos de estupidez o ingenuidad (o ambas) extremas; pero es innegable que estos parámetros sociales también son una proyección del imaginario colectivo y, volviendo a mi punto defensor de los prejuicios, incluso resultan útiles para el funcionamiento del grupo.
Dejo pues el comercial que más me gustó de la serie, proyecciones y prejuicios a parte. ¡Je!

Preguntando tal vez no llegues a Roma... pero a algún lugar llegarás...

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