Habré de reprocharme largamente las tardes de febrero que estoy perdiendo aquí.
Debería sentarme en los jardines de la universidad y tomar ahí este café, que en cambio ahora es sólo un paliativo contra la falta de belleza.
Tendría que tomarme la tarde para pasear por las librerías y luego buscar un buen lugar para sentarme a saborear mis emociones.
Me debo una disculpa, larga y sentida, por dejar a un lado mis deberes más sagrados.
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